lunes, 25 de julio de 2011

Distrito Federal

A veces me da por pensar en mi ciudad, y eso me hace tener una mezcla de sentimientos tan encontrados y diversos, que se siente parecido a estar enamorado,tengo una profunda relación amor-odio por el centro de mi ciudad, cede de mis amoríos y tristezas, de antiguos trabajos y primeros asaltos, recorrerla es un lujo, enfundado en una chamarra gruesa cuando hace frió y caminar por todo madero y que sucedan desde los horribles bares llamados "Salón Sol" hasta toparte con el museo del "estanquillo" en una esquina, y rematar directamente con el zócalo, donde confluyen alguna ebullición de movimiento social por alguna injusticia, el ama de casa caminando para comprar telas, el cadete en su día libre o la familia que gusta de caminar por estos lares, uno se detiene a pensar tantas historias, tantos mundos, tantos crímenes, tantas alegrías, tanta historia dentro de un mismo lugar, que es difícil no quererla.
Vivimos en una ciudad atroz, mas agresiva que cualquier otro lugar en le mundo, mas voraz y furtiva que lobo acechando a su presa, todo rápido, todo aprisa, todo a gritos, todo a empujones, todos llegando tarde, todos queriendo entrar al mismo tiempo, todos llegando tarde pero queriendo estar al frente de la fila.
Una ciudad donde todo se junta, donde los contrastes son el pan de cada día, donde el trafico termino por invadir todas las horas pero tambien es esta ciudad donde uno, hay días en que subido en un trolebús, puede llegar al centro de su ciudad, caminar unas calles, llegar a hacer fila, buscarse un lugar, sentarse con esa persona que disfrutas de su compañía y pedir un tarro de cerveza oscura del "Salón Corona" y pensar que todo ese ruido, toda esa agresividad y todos los problemas pueden quedarse callados cuando alzas tu tarro, bebes un buche de cerveza y sabes que todo estara bien, bien mientras disfrutes ese momento en tu ciudad.